La implantación del cultivo de la vid en las Islas Canarias se produce a raíz de la conquista de las mismas por el entonces Reino de Castilla a finales del siglo XV. En un corto periodo de tiempo se pasa de la nada a la exportación de vino, en 1520, a las Indias, Portugal, Flandes o Inglaterra siendo nombrados como “Canary” o “Canary sack” , proveniendo la palabra “sack” del término castellano “saca” que hace alusión a la extracción de una solera para su posterior embotellado. Numerosas referencias históricas ratifican la fama e importancia de estos caldos en su época.
En el año 1860 se produce la introducción en Europa de un insecto (pulgón), procedente de América, que será causa de devastación en las vides europeas: la filoxera. Este insecto ataca las raíces de la planta provocando su muerte.
Para evitar este daño se injertan las plantas sobre cepas americanas resistentes al ataque que no son vitis viníferas, con las consecuentes alteraciones de aroma y sabor.
Por causas afortunadas que aún se desconocen, este demoledor insecto no toma las Canarias como destino apetecible con lo que aquí no se hace necesario el consabido injerto sobre pie americano.
Este hecho provoca que las variedades que se cultivan en las Islas mantengan intactas sus características, convirtiéndose en auténticas reliquias del pasado que, adaptadas a nuestros suelos de origen volcánico producen vinos característicos y diferenciados: vinos únicos.
Listán negro, listán blanco, negramoll, malvasía, gual o albillo son algunas de las variedades con las que se elaboran nuestros vinos que pretenden mantener esa diferenciación y exclusividad.